jueves, 28 de marzo de 2013

Soldados 1


Wilhelm Bittrich


La guerra es una forja de héroes y leyendas. La mayoría de estos son hombres anónimos cuyo valor y proezas solo son conocidos por unos pocos. Algunos son recompensados por sus acciones y glorificados con condecoraciones. Pero normalmente los nombres más recordados y repetidos son los de los líderes, comandantes de aquellos que lucharon y murieron por una u otra causa. Algunos serán recordados por su brillantez, tenacidad y resolución, mientras que otros por su incompetencia.

Me gustaría iniciar una sección en el blog, donde recordaremos algunos de estos hombres, algunos famosos, otros anónimos, a través de la visión que los libros que nos hablan de ellos y de las batallas en las que estuvieron involucrados.

Un puente demasiado lejano escrito por Cornelius Ryan es un libro excepcional entre otras cosas porque fue confeccionado a través de entrevistas que mantuvo su autor con algunos de los protagonistas de la batalla por Holanda. Entre ellos el comandante del II Cuerpo Panzers, de la SS, Obergruppenführer Wilhelm Bittrich.


· Septiembre de 1944, a 38 kilómetros al oeste de Oosterbeek, en el Cuartel general de su II Cuerpo de Panzer de la SS, instalado en un pequeño castillo a las afueras de Doetinchem, Bittrich reorganizar sus divisiones tras la batalla de Normandía:

Ardiente nazi en otro tiempo, Bittrich denunció acremente la orden (enviar una de sus destrozadas Divisiones de regreso a Alemania). Estaba “harto de las órdenes de Berlín y de los sicofantes que rodeaban a Hitler y se entregaban a toda clase de farsas”. Valeroso y competente, Bittrich se había pasado la mayor parte de su vida adulta vistiendo de uniforme. En la Primera Guerra Mundial, había servido como teniente en las fuerzas aéreas alemanas y había sido herido dos veces. Después, trabajó varios años en la oficina de un corredor de Bolsa. Luego, se alistó nuevamente en las fuerzas armadas y pasó a formar parte de un grupo secreto de las fuerzas aéreas alemanas y se pasó ocho años enseñando a los rusos a tripular aviones. Cuando Hitler subió al poder, Bittrich se alistó en la recién creada Luftwaffe, pero, hacía mediados de los años treinta, se pasó a la Waffen SS, donde los ascensos eran más rápidos.

En Normandía, comenzó a vacilar la fe de Bittrich en el caudillaje de Hitler. Apoyaba al mariscal de campo Rommel contra la “demente filosofía de lucha hasta el último hombre”. En cierta ocasión, confió a Rommel que “estamos siendo tan mal dirigidos desde arriba que ya no puedo llevar a cabo órdenes descabelladas. Nunca he sido un robot, y no tengo intención de convertirme en uno”. Tras la conspiración del 20 de julio, al enterarse de que su antiguo comandante, el capitán general Eric Hoepner, había sido condenado como conspirador a morir ahorcado, Bittrich, enfureció, dijo a los miembros de su Estado Mayor que “éste es el día más negro para el Ejército alemán”. No tardaron en llegar a Berlín las explícitas críticas de Bittrich a la jefatura militar de Hitler. Como más tarde recordó Bittrich, “mis observaciones fueron comunicadas al jefe de las SS, el Reichführer Heinrich Himmler, y el nombre de Bittrich no volvió a ser mencionado en el Cuartel General de Hitler”. Sólo la inminencia del derrumbamiento del frente alemán en el Oeste, situación que necesitaba de la pericia de Bittrich, y la actitud de comandantes que simpatizaban con él, le había salvado de la destitución. Aun así, Himmler continuaba “deseoso de que yo volviera a Alemania para sostener un cambio de impresiones”. Bittrich no se hacía ilusiones sobre la invitación de Himmler. Y tampoco Model estaba decidido a mantener a Bittrich en el Oeste y se negó en redondo a tomar en consideración las repetidas peticiones de Himmler para que enviara a Bittrich a Alemania.
(pags. 104-105)

· Domingo 17 de septiembre de 1944, primer día de la operación Market-Garden:

En medio del pánico y la confusión, el primer oficial alemán que dio la alarma fue el general Wilhelm Bittrich, comandante del II Cuerpo de Panzers de la SS. A las 1,30 de la tarde, Bittrich recibió su primer informe de la red de comunicaciones de la Luftwaffe en el sentido de que tropas aerotransportadas estaban tomando tierra en las proximidades de Arnheim. Un segundo informe, que llegó minutos después, citaba Arnheim y Nimega como zona de asalto. Bittrich no pudo encontrar a nadie en el Cuartel General del mariscal de campo Model, instalado en el “Tafelberg”, en Oosterbeek. Tampoco pudo ponerse en contacto ni con el comandante de la ciudad de Arnheim ni con el general Student, en su Cuartel General de Vught. Aunque la situación era oscura, Bittrich pensó inmediatamente en el 15º Ejército del general von Zangen, la mayor parte del cual había pasado a Holanda tras cruzar la boca del Escalda. “Mi primer pensamiento fue que aquel ataque aerotransportado estaba destinado a contener al ejército de von Zangen e impedir que se reuniera con el resto de nuestras fuerzas. Entonces, probablemente, el objetivo sería un avance del ejército británico a través del Rhin y hacia el interior de Alemania.” Si su razonamiento era correcto, Bittrich creía que la clave de tal operación serían los puentes de Arnheim-Nimega. Inmediatamente, alertó a las Divisiones Panzers de la SS 9º Hohentaufen y 10ª Frundsberg.

El teniente coronel Walter Harzer, comandante de la Hohentaufen, asistía al almuerzo que tenía lugar tras la condecoración del capitán Paul Gräbner y se hallaba “en medio de la sopa” cuando le llegó la llamada de Bittrich. Sucintamente, Bittrich explicó la situación y ordenó a Harzer “efectuar una acción de reconocimiento en la dirección de Arnheim y Nimega”. La Hohentaufen debía ponerse en marcha inmediatamente, ocupar la zona de Arnheim y destruir las tropas aerotransportadas existentes al oeste de Arnheim, carca de Oosterbeek. Bittrich advirtió a Harzer que “es imperativa una acción rápida. La ocupación y afianzamiento del puente de Arnheim revisten decisiva importancia”. Al mismo tiempo, Bittrich ordenó a la división Frundsberg – cuyo comandante, general Harmel, se encontraba en Berlín – que avanzara hacia Nimega, “para tomar, sostener y defender los puentes de la ciudad”.
(pags. 168-169)


Bittrich puso inmediatamente a Model al corriente de la última información recibida por el II Cuerpo de Panzers de la SS. No emergía aún una imagen clara de la que se proponían los aliados, pero Bittrich expuso a Model su propia teoría: que el asalto iba dirigido a contener al XV Ejército, mientas el Segundo Ejército británico avanzara hacia el Ruhr. Para ello, los aliados necesitarían capturar los puentes de Nimega y Arnheim. Model discrepó por completo. El puente de Arnheim no era el objetivo, dejo. Aquellas tropas aerotransportadas cambiarían de rumbo y seguían una dirección nordeste hacia el Ruhr. La situación, creía Model, era todavía demasiado oscura para extraer conclusiones definitivas. Le desconcertaba la cuestión de por qué habían desembarcado fuerzas aerotransportadas en la zona de Nimega. Sin embargo, dio su aprobación a las medidas que Bittrich ya había tomado.

Bittrich insistió sobre la cuestión de los puentes. “Herr mariscal, solicito enérgicamente que los puentes de Nimega y Arnheim sean inmediatamente destruidos”, dijo. Model le miró asombrado. “No serán destruidos – le dijo a Bittrich con firmeza –. Cualquiera que sea el plan inglés esos puentes pueden ser defendidos. No. Definitivamente, no. Los puentes no serán volados.”
(pags. 189-190)


Cuando llegó Harmel, Bittrich empezó inmediatamente a exponer la situación. Iracundo y frustrado, se inclinó sobre sus mapas. “Los ingleses han aterrizado aquí, al oeste de Armheim – le dijo s Harmel –. No tenemos ni idea de cuál es su verdadera fuerza ni sus intenciones.”
(…)
Al salir del Cuartel General, Harmel preguntó a Bittrich: “¿Por qué no destruir el puente de Nimega antes de que sea demasiado tarde?” El tono de Bittrich fue irónico. “Model se ha negado en redondo a considerar la idea. Tal vez lo necesitemos para contraatacar.” Harmel se le quedó mirando estupefacto. “¿Con qué?”, preguntó.
(pags. 217-218)

· Viernes 23 de septiembre, durante la reducción del “der hexenkessel” el caldero de brujas de Oosterbeek.

El comandante Richard Stewart, de la Primera Brigada de Desembarco Aéreo, tras ser capturado y descubrirse que hablaba con toda fluidez el alemán, fue llevado a un gran Cuartel General. Recuerda vívidamente al oficial que se encontraba al mando. El general Bittrich “era un hombre alto y flexible, probablemente de poco más de cincuenta años, vestido con un largo capote de cuero negro y gorra”, recuerda Stewart. Bittrich no le interrogó. “Simplemente, me dijo que quería que yo acudiese al comandante de mi división y le convenciera para rendirse a fin de salvar a la división de ser aniquilada.” Stewart se negó cortésmente. El general se lanzó a “una larga disertación. Me dijo que estaba en mis manos salvar a mis compañeros.” De nuevo, Stewart respondió: “No puedo hacerlo.” Bittrich le insistió una vez más. Stewart pregunto: “Señor, si estuviera usted en mi lugar, ¿cuál sería su respuesta?” El comandante alemán meneó lentamente la cabeza. “Mi respuesta sería que no.” “Ésta es también la mía”, dijo Stewart.

Aunque Bittrich “nunca había visto a unos hombres luchar tan encarnizadamente como los británicos en Oosterbeek y Arnheim”, continuaba subestimando la determinación a de los soldados de Urquhart (…)
(pag. 382)


· Sábado 24 de septiembre, durante las negociaciones para acordar una tregua y evacuar a los heridos británicos de Oosterbeek:

Al regresar los alemanes, “todo el mundo se cuadró y hubo mucho Heil Hitler”. Entró el general Bittrich, con la cabeza descubierta y vistiendo su largo capote de cuero negro. “Se quedó solo unos momentos”, recuerda Wolters. Observando a los dos hombres, Bittrich dijo: Ich bedaure seht diesen Krieg zwischen unseren Vaterländern (lamento esta guerra ente nuestras dos naciones). El general escuchó en silencio el plan de evacuación de Warrack y dio su consentimiento. “Accedí – dice Bittrich –, porque un hombre no puede perder toda su humanidad, siempre, naturalmente, que posea tales sentimientos, ni aun durante la lucha más encarnizada.” Luego Bittrich entregó a Warrack una botella de coñac. “Esto es para su general”, dijo a Warrack y salió.
(pags. 416-417)

Wolters era el oficial holandés agregado a la 1ª División Aerotransportada británica, mientras que Warrack era el oficial médico de la división.

Wilhelm Bittrich había liderado la 2ª División SS Das Reich como SS-Brigadeführer a partir del 19 de octubre de 1941. Desde el 1 de mayo de 1942 a febrero de 1943 se encargó de la formación de la 8ª División de caballería Florian Geyer, cuando se le entrego el mando de la 9ª División Panzer SS Hohenstaufen. El 1 de mayo de 1943 fue ascendido a SS-Gruppenführer de las Waffen-SS. El 29 de junio de 1944, mientras luchaba en Normandía, se le entró el mando del II. SS-Panzerkorps y el 1 de agosto el ascenso a SS-Obergruppenführer, junto a las hojas de roble de la Cruz de Caballero. Tras la batalla de Arnhem participó en la batalla de las Ardenas, para ser trasferido a Hungría en febrero de 1945. El 2 de abril recibió órdenes de OKW de mantener Viena “hasta el último aliento”. Aun así desobedeció y se retiró de la ciudad siguiendo en Danubio. Para él Viena ya estaba perdida y no tenía sentido someterla a un combate inútil, por lo que evitó la destrucción de la ciudad y el cerco de sus propias tropas retirándose hacia el oeste. El 8 de mayo se rindió a las fuerzas norteamericanas del general Patton.

Según el historiador Heinz Hohne, la noche del 15 de julio de 1945 mantuvo una reunión con el generalfeldmarchall Erwin Rommer, con respecto al complot contra Hitler, en la que le dijo: “si llega el caso, yo personalmente y todo mi cuerpo de ejército estaremos a sus órdenes, mi Mariscal. Mis oficiales piensan lo mismo que yo”. Según sus propias memorias se convenció de la inevitable derrota tras la pérdida del 6 Ejército en Stalingrado. Durante la guerra se le conocía como “el hombre más sarcástico de Alemania”. Albert Speer escribió en su diario las quejas de Bittrich hechas inmediatamente después de la operación Market-Garden: “Su violenta denuncia del partido era aún más impactante al venir de un general de las SS”.

Tras la guerra fue entregado a las autoridades francesas que le cometieron a un juicio por crímenes de guerra al acusarle de ser el responsable de la ejecución de 17 miembros de la resistencia de Nimes por parte de la feldgendarmerie de la división Hohenstaufen. Durante el juicio quedó demostrado que Bittrich no solo se enteró de los hechos una vez ya se había cometido el fusilamiento, sino que tomó medidas penales contra los responsables de aquel acto. Aun así se le condenó a 5 años de prisión ya que el jefe divisionario es el responsable de los actos de sus subordinados.

Bittrich murió en Wolfratshausen, Alemania, el 19 de abril de 1979, a la edad de 85 años.

  
Fragmentos: Un puente lejano de Coneleius Ryan.

jueves, 21 de marzo de 2013

La batalla de Narvik


Lucha en la nieve


Los acontecimientos ocurridos en Narvik quedaron eclipsados por la estrepitosa derrota en Francia unas semanas después. La invasión de Noruega, la segunda campaña de la 2ª Guerra Mundial, es un ejemplo perfecto de aquella “guerra económica” como la entendía Hitler y que tanto echaba en cara a sus generales cuando no estaban en desacuerdo con sus decisiones. Pero la conquista de aquel remoto puerto cerca del ártico, aseguraba la vital ruta del acero sueco, imprescindible para la maquinaria militar nazi.

La batalla de Narvik fue reivindicada como victoria por ambos bando. Tras la victoria naval y el aislamiento de las fuerzas alemanas, los franceses estaban a punto de aplastas los restos de las fuerzas de Dietl, quien ya estaba preparando la evacuación a través de la frontera Sueca. Aun así se retiraron antes de dar la estocada final, dejado finalmente que los alemanes ocuparan el puerto de Narvik y el resto de Noruega hasta 1945.

Aunque los Aliados contaban con superioridad aérea, naval y terrestre, el terreno escarpado y las condiciones climatológicas eran muy duras, como deja patente Jean Mabire en su libro. Además los alemanes, aislados, se convirtieron en fieros animales atrapados, que la única manera de sobrevivir es atacar, aguantar. Y los aliados, que pensaban que tenían todo el tiempo del mundo, hasta que se desencadenó la Blitzkrieg sobre Francia.


La obra:
El libro describe las vivencias por igual de los bandos enfrentados: franceses y noruegos contra alemanes. La narración, llena de descripciones de la acción en gran detalle, con las listas de bajas de diferentes escaramuzas, hace que te sientes participante de los acontecimientos como si fueras un soldado más. Nos narra la batalla a ras del suelo, desde el punto de vista del soldados de a pie, a nivel de batallón y compañía, demostrando el celo documental del autor. Y dando el punto de vista de los protagonistas de aquellos combates ocurridos en latitudes tan septentrionales.

Empieza con el despliegue de las tropas de ambos bandos, la 3ª División de Montaña al mando del general Eduard Dietl a bordo de los destructores de la Kriegsmarine rumbo al norte, así como su contrapartida en los batallones de Cazadores Alpinos franceses y las unidades noruegas listas para defender su patria. Nos describe la batalla naval y la rápida ocupación de Narvik, como los marineros de los destructores hundidos se unen a las tropas gebirgsjäger de Dietl para defender el vital puerto ártico, después que los aliados hundieran todos sus barcos. Así como los posteriores movimientos de británicos, franceses y polacos para recuperar el puerto en un ataque de tenaza desde el norte y el sur, siendo un avance lento y penoso por culpa de la tenaz resistencia, así como de las duras condiciones meteorológicas.

El autor no duda en recordarnos que la batalla fue multinacional: alemanes, mayoritariamente austríacos y bávaros, así como polacos, franceses de picardía o legionarios, con mención a los españoles, británicos con unidades irlandesas, escosas y galesas. De alguna manera nos muestra como la guerra era un enfrentamiento multicultural entre la nieve y el frío.


La edición:
Para ilustrar una batalla como la de Narvik, librada en relativos pocos kilómetros cuadrados, si tenemos en cuenta otros enfrentamientos de la contienda como las llanuras de ucrania, los desiertos de áfrica del norte o los océanos Pacífico o Atlántico, el libro solo contiene dos mapas geográficos, de la zona norte y sur de la ciudad, sin ningún movimiento de los fuerzas combatientes. Lo que deja algo perdido al lector en un texto repleto de referencias y comentarios al respecto de lugares y desplazamientos, a la hora de buscarlos entre fiordos, desfiladeros, bosques y lagos de la zona. Por lo demás las fotografías que acompañan al texto, con las imágenes de los protagonistas, han sido recortadas en una especie de colash que personalmente considero innecesario.


Aproximación personal:
La primera vez que vi el libro no sabía si este era una novela bélica o un ensayo sobre la batalla. Y tras leerlo sigo sin saberlo. Sigue una narrativa novelada, que detalla los acontecimientos de manera rigurosa y metódica de un historiador, sin entrar en ningún momento en la ficción, pero que desconcierta por su desarrollo novelesco.

Lo primero que me sorprendió fue el uso de los diálogos, algo inusual en este tipo de libros. Tiene un tono heroico, con énfasis en los hechos que vivieron los protagonistas, más que por la estrategia global. Lo cual no deja de ser refrescante, pero curioso en este tipo de libros. Pero adelanta ciertos acontecimientos, posiblemente para despertar interés o crear más suspense, pero para mí es desvelar mucho las cosas. Alejándose por tanto de la visión de los protagonistas y evitando que el lector comparta con ellos las incógnitas que entraña toda batalla.

 LL. C. H.

Puntuación: 3 (sobre 5)
Título: La batalla de Narvik. 1940
Título original: La saga de Narvik. Combats au-delà du Cercle Polaire. Printemps 1940
Año: 1990
Autor: Jean Mabire
Traductor: Miquel Salarich
Editorial: Inédita Ediciones (2007)
Colección: Historia Universal

ISBN: 978-84-96364-81-3