lunes, 30 de septiembre de 2013

Memoria de Arnhem



El 17 de septiembre de 1944 los holandeses observaron cómo se desplegaba sobre sus cabezas la mayor operación aerotransportada de la historia. El 1er Ejército Aerotransportado aliado estaba saltando sobre Holanda para liberar el país de la ocupación alemana. Pero la rápida reacción alemana impidió que las fuerzas de la 1ª División Aerotransportada británica que no habían podido consolidar la capturar del puente sobre el Rin en Arnhem, quedaran copadas en el pueblo residencial de Oosterbeek. Cercados alrededor de algunas casas particulares y hoteles, con el Hartenstein, que se convirtió en el cuartel general de la división, el 25 de septiembre se ordenó a las fuerzas aliadas cruzar a la orilla sur del río Rin y evacuar Oosterbeek. Ahora, el hotel Hartenstein es un lugar tranquilo, un museo dedicado a la memoria de aquellos que lucharon y murieron en aquel lugar y que habían llegado para liberar a Holanda.

Durante la batalla se calcula que el número de bajas entre la población de Arnhem y Oosterbeek fue de 500 civiles. Tras la batalla los alemanes evacuaron la zona y como represalia por la huelga de los trabajadores de los ferrocarriles, se prohibió el transporte de alimentos, lo que provocó que cerca de 20.000 holandeses murieran de hambre durante el invierno de 1944-45. Por lo que es posible que la cifra real de bajas civiles en la región de Gelderland fuera mucho mayor. A pesar de eso, muchos soldados británicos y polacos que habían quedado aislados fueron ocultados, en algunos casos cuidando de sus heridas, hasta poder enviarlos al sur, a la libertad.

Con las armas ya silenciadas, en el verano de 1945 los veteranos de la batalla regresaron a Arnhem, en cuyo cementerio un millar de niños colocaban flores en las tumbas de los caídos. En 1965, 25 años después de la guerra, desde las autoridades militares británicas sugirieron a las organizaciones holandesas en no prolongar esta ceremonia anual, pero estos se opusieron a la idea y en el día de hoy se sigue honrando a los caídos por las jóvenes generaciones de gelderlandeses.


En 1994, cincuenta años después de la batalla, en agradecimiento a aquellos civiles y resistentes holandeses que arriesgaron sus vidas para proteger a los soldados aliados rezagados, se alzó en la entrada del ‘Museo Aerotransportado de Hartenstein’ un monumento en honor, de no de los liberadores, sino de los liberados.

Ll. C. H.

Al pueblo de Gelderland; hace cincuenta años, tropas aerotransportadas británicas y polacas lucharon contra abrumadoras circunstancias para abrir el camino hacia Alemania y anticipar el fin de la guerra. Trajimos muerte y destrucción, por las cuales ustedes nunca nos han culpado. Este monumento señala nuestra admiración por su gran valentía, y recuerda especialmente a las mujeres que atendieron a nuestros heridos. En el largo invierno que siguió, ustedes y sus familias corrieron riesgo de muerte por esconder a soldados aliados que esperaban ser llevados a lugar seguro por la Resistencia.

Nos ocultaron entonces en sus hogares como fugitivos y como amigos os llevaremos siempre en nuestros corazones. Este fuerte vínculo continuará mucho después de habernos ido.


jueves, 5 de septiembre de 2013

Al borde del abismo


Casus belli


Siempre de habla de Hitler como un jugador y Polonia fue la apuesta que perdió y que lo llevó a provocar la guerra más devastadora del siglo XX, y con ella el fin de su régimen.

Si en agosto y septiembre de 1939 en Europa se jugó una partida de póker, la apuesta que estaba sobre el tapete era el futuro de Polonia. Hitler estaba convencido de que Gran Bretaña y Francia se tragarían que tenía la mano ganadora y no declararían la guerra, apostando que podría apoderarse de Polonia como lo había hecho antes con Austria y Checoslovaquia. Stalin se había asegurado la jugada pactando de Hitler y se había retirado de la partida, sabedor que al final ganaría la mitad de Polonia dando igual sí Alemania o las potencias occidentales ganaran la mano. Mussolini también se había retirado, Polonia quedaba lejos de su zona de influencia: el Mediterráneo y no quería enfrentarse ni a Gran Bretaña, ni a Francia. Mientras que Chamberlain y Daladier se habían cansado de los anteriores faroles de Hitler como el de Checoslovaquia, sabían que su palabra no valía ni el papel de los acuerdos en que estaban firmados y esta vez no cedieron. De manera que el farol de Hitler no triunfó, y así empezó lo que se convertiría en la 2ª Guerra Mundial.

Hitler había encontrado un aliado insospechado en Stalin, que pactó con él, no solo la división de Polonia, sino también las esferas de influencia en Europa Central. Y pensaba que tanto Chamberlain como Daladier volverían a retroceder, temerosos, ante el estallido de una nueva guerra en Europa. Lo que se indudable es que Hitler deseaba la guerra para probar las nuevas armas que tenía la Wehrmacht en acción y expandir su III Reich hacia aquel lebensraum, el espacio vital para asegurarse el abastecimiento de materia prima para su Alemania. Para ese esfuerza bélico a partir del 1 de septiembre entrarían en vigor varios decretos y órdenes, entre las que destacaba la autorización de Hitler de la eutanasia de discapacitados mentales y físicos. Se esperaba así liberar instalaciones y recursos médicos para los heridos de la nueva guerra, pero en realidad los definió como un lastro genético, por lo que fueron asesinados 70.000 alemanes durante los siguientes meses y años. (pág. 84) Y ya durante el verano se había dado instrucciones al jefe de la policía y de las SS Heinrich Himmler de que se preparara para una guerra racial en el este, que creó grupos de acción o Einsatzgruppen para actuar justo después de las tropas de primera línea y ejecutar a todo aquel que pudiera considerarse peligro en el Nuevo Orden que se quería implantar en la Polonia conquistada. No solo judíos, sino intelectuales, sacerdotes, profesores, aristócratas, periodistas… en definitiva a cualquier que perteneciera a la élite polaca para allanar el camino a la germanización de las zonas conquistadas. Las órdenes para la operación Tannenberg se distaron entre julio y agosto, creando 5 grupos que fueron asignados a cada Ejército alemán que intervendrían en la invasión. (págs. 76-77) Era la semilla de la Solución Final de la demente ideología nazi.

 
Durante aquellos días se tomaron decisiones que resultarían decisivas para el destino de millones de personas en todo el planeta. Decisivas para el futuro de toda la humanidad, que moldearon el curso de la historia de manera completamente diferente, marcando el destino de las décadas siguientes de tal manera que aún hoy en día nos afectan, varias generaciones después.





La obra:
Sus 159 se leen muy rápidamente, sobre todo por la clara prosa de Overy, donde nos transmiten las decisiones que tuvieron lugar entre los días finales de agosto de 1939 con el pazo entre Ribbentrop y Molotov, hasta la declaración de guerra de Chamberlain y Daladier a Alemania el 3 de septiembre. Como si fuéramos, nosotros los lectores, testigos mudos de los acontecimientos que ocurrieron en la Cancillería de Wilhelmstrasse de Berlín, en el 10 de Downing Street en Londres o en el Palacio del Elíseo de París.

No podemos saber lo que pasa por la cabeza de las personas. Pero a través de sus actos podemos hacernos una idea, imaginarlo, deducirlo. Analizando los sucesos nos podemos llegar a hacer una idea de por qué se llevó a cabo una acción. Que alternativas había y tal vez porque se tomaron esas decisiones. Y eso es lo que nos permite hacer este interesante libro de Richard Overy, imprescindible para entender el inicio del conflicto más importante en la historia moderna de la humanidad.


La edición:
A pesar de ser un libro corto cuenta con la sección de Notas, donde se recogen las fuentes usados por Overy.  Así como un interesante Índice Onomástico, que permite la rápida búsqueda de los personajes mencionados en la obra. La edición solo cuenta con un mapa de la zona del Corredor de Danzing entre Polonia y Alemania, cuya escusa utilizó Hitler para invadir a su vecino del este. No tiene ninguna fotografía, que aunque tampoco es necesaria, siempre es de agradecer poder ver cómo eran aquellos de los que se habla en el libro, para ubicarlos o hacerte una imagen mental de lo que está ocurriendo. Tusquets hace una edición sobria y correcta de un libro muy interesante que nos habla del inicio de una guerra terrible.


Aproximación personal:
En 1939 Polonia fue sacrificada, ya que ni Francia ni Gran Bretaña tenían capacidad de atacar a Alemania el 3 de septiembre. Curiosamente en 1945 su territorio estaba en poder de Stalin, lejos de unas tropas aliadas exhaustas tras 5 años de guerra, el mismo hombre que pocos días antes del inicio de aquella guerra había pactado con Hitler la división del país. Y Polonia volvió a ser sacrificada.

Recordaremos a Neville Chamberlain descendiendo del avión en el aeródromo de Heston tras los Acuerdos de Múnich en septiembre de 1938, cuya réplica de Winston Churchill pesaría como una sola sobre la historia: “Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra, elegisteis el deshonor y tendréis la guerra”. Pero también es cierto que el 3 de septiembre del año siguiente Chamberlain tuvo la valentía de declararle la guerra a Hitler. Aquel hombre de aspecto regio, de auténtica flema británica, se paró ante el tirano, ante la bestia, cansado de sus mentiras y sus métodos y dijo: basta. Incontables hombres y mujeres, jóvenes y ancianos sufrirían lo insufrible para detener al tirano y a sus esbirros, pero finalmente fueron derrotados y su régimen fue extinto.
 Ll. C. H.


Puntuación: 5 (sobre 5)
Título: Al borde del abismo.
Subtítulo: Diez días que condujeron a la segunda guerra mundial
Título original: 1939. Countdown to war
Autor: Richard Overy
Traductora: Isabel Ferrer Marrades
Año: 2009 (Penguin Press)
Editorial: Tusquets Editores (2010)
Páginas: 159
ISBN: 978-84-8383-259-1